Tenía miedo a los aeropuertos. Dan un poco de miedo. Gente despidiéndose, llorando, algunos sin saber cuándo se volverán a ver.
Me quedaron secuelas muy profundas de nuestra mudanza argentino - española. El día de nuestra partida, hace casi 8 años, fue realmente horrible.
Mucho stress porque habíamos preparado nuestra mudanza desastrosamente. A Grace le salieron todas las canas que le faltaban. Despedidas, muchas despedidas, y nosotros llorábamos como si se acabara el mundo. Excepto mi hermanito menor, Nash, que me decía cosas como: “Ey ey, ¿jugamos a choco choco lala?” y yo, del brazo de mi hermanita Chus y limpiándonos las lágrimas mutuamente, no entendía como Nash no veía el dolor que sentía. ¿Cómo podía estar tan poco afectado? A todo esto, mi hermanito mayor se quedaba en Buenos Aires por el momento.
Debido a este episodio, mis ojos se humedecían automáticamente cada vez que pisaba un aeropuerto, y ese acto reflejo duró algunos años.
Pero mi pánico no tiene sólo que ver con una partida traumática. Ni hablar del equipaje, las colas y las esperas. Eso sí que da miedo. Sobre todo cuando te vas a vivir a algún sitio y tenés que pagar más de lo que te cuestan tus objetos personales por sobrepeso.
“Por favor que me toque un azafato de tierra, por favor que me toque un azafato de tierra”, me digo. Siempre me toca la azafata con más mala hostia: “Perdona, tienes 100 gramos de sobre peso, vas a tener que pagar 359€”. Venga, a sacar cosas de la maleta y a ponerlas en el macuto que termina pesando 25 kilos más que mi maleta pero tiene las dimensiones perfectas para entrar en el cubículo ‘tipo’ de equipaje de mano para compañías Low Cost. Y con mis dotes interpretativas convenzo a cualquiera de que mi espalda no se está partiendo en 4 pedazos.
Un ejemplo de conversación típica de alguien que va a coger un vuelo a/desde Paris al día siguiente es:
Probable Pasajero: “Tengo un vuelo mañana a las 17hs a Paris.”
Realista: “Bueno, quedamos mañana en Malasaña a las 18hs y nos despedimos, tío.”
Si no hay huelga de RER, de controladores aéreos, de los que transportan las maletas, de las azafatas detectoras de sobrepeso, no nieva, no llueve demasiado fuerte y no hay una nube volcánica islandesa, quizá sale tu avión a la hora.
Charles de Gaulle es el aeropuerto que más odio del mundo mundial. El día que me quedé atrapada un día entero ahí, al coger el vuelo de 2 horas a Barajas me dio tiempo a vomitar 3 veces, cortesía del maravilloso día que había pasado. Si, en un vuelo tan corto da tiempo a vomitar 3 veces en 3 sitios del avión diferentes, siendo uno de ellos mis jeans. Viajaba sola y en el avión no cabía ni un alfiler.
Barajas me encanta, Ezeiza también aunque es un caos, y hay otros que simplemente son graciosos, como el aeropuerto de Edimburgo. En su puerta hay un cartel informativo: “No heels in the airport” (Prohibidos los tacones en el aeropuerto). Interesante.
A pesar de todo esto, ya dejé de odiar a los aeropuertos. Ahora me gustan. Ahora entiendo la actitud de Nash en Ezeiza hace 8 años, y así actúo. No digo adiós, digo hasta luego y no lloro en los aeropuertos, sonrío más que en ningún sitio. No me fijo tanto en Salidas, sino más en Llegadas. En los reencuentros, las ansias por conocer, la multiculturalidad que hay en ellos, el mix de idiomas y las personas que trabajan ahí que ya se acostumbraron a irse de viaje virtual todos los días. En los aeropuertos observo cómplice a las personas y me invento sus historias.
Por eso voy a sonreír cuando te vaya a buscar. Te voy a ver desde lejos con la maleta en la mano. Voy a sentir esos nervios repentinos y cuando salgas por la puerta te voy a abrazar. Te va a dar vergüenza. Vos vas a estar igual de nervioso que en todos los reencuentros, te vas a sentir igual de raro. Yo, sonriendo, voy a decir para mis adentros: “Gracias a los aeropuertos”.
Raquelis en Beauvais
Departures and Arrivals
I used to fear airports. They are quite scary. People saying goodbye, crying, some not knowing when they’ll see each other again.
This is one of the consequences I got of moving from Argentina to Spain. The day of our departure, almost 8 years ago, was really horrible.
A lot of stress because of our disastrous planning. Grace’s hair became totally gray. Farewells, many farewells, and we cried as if the world was over. Except my little brother, Nash, who would say things like “Hey hey, wanna play choco choco lala? And I, crying with my sister Chus, couldn’t understand how he didn’t see the pain I felt. How could he be in that mood? By the way, my oldest brother was staying in Buenos Aires for now.
Since that day, my eyes got automatically wet every time I entered an airport and this lasted a few years.
But my panic with airports is not totally due to my traumatic departure. Not to mention the luggage problems, the queues and the time you waste there. Now that’s scary. Especially when you are going to live abroad and you have to pay more than what your personal objects are worth because of overweight.
“Please let it be a male steward, please let it be a male steward”, I say to myself. And I always get the stewardess in the worst mood: “Sorry, you have 100 grams in overweight, you have to pay 359€”. Oh, come on! So I have to take things from the suitcase and put them in my backpack, which ends weighing 25 kilos more than my suitcase but it has the perfect size so as to fit in the low-cost airlines’ hand baggage fitter. And my acting skills are very useful to convince anyone that my back is not breaking into 4 pieces.
This is an example of the typical conversation with someone who is catching a flight to/from Paris on the next day:
Probable Passenger: “Yeah, I have a flight tomorrow at 5pm to Paris.”
Realist: “Ok, so let’s meet at Malasaña tomorrow at 6pm and say goodbye, dude.”
If there is not a RER strike, an air traffic controllers’ one, a stewardess in charge of overweight cases’ one, is not snowing, raining too hard and there is no Icelandic volcanic cloud, your flight may take off on time.
Charles de Gaulle is the airport I hate the most in the whole wide world. On the day I was trapped there for a whole day, it gave me time to throw up 3 times in a 2-hour flight to Barajas, courtesy of the wonderful day I had. Yes, it is possible to throw up 3 times in 3 different places, one of them being my jeans, in such a short flight.
I love Barajas. Ezeiza too though it’s a mess. And other ones are just funny, like Edinburgh’s airport. On the front door you can read the following warning: “No heels in the airport”. Interesting.
Despite all this, I don’t hate airports anymore. I like them now. I now understand Nash’s attitude in Ezeiza 8 years ago, and I act the same way. I don’t say goodbye anymore, I say ‘see you soon’ ;and I don’t cry at airports, I smile more than anywhere else. I don’t pay as much attention to Departures than to Arrivals. I think about people reuniting, wanting to learn about a place, the multiculturalism and mix of languages you can find there. At the airport I observe people and make up stories for them.
So I’ll smile when going to fetch you. I’ll see you in the distance, suitcase in hand. I will feel those sudden nerves and when you get to the door I’ll hug you. You will be embarrassed. You’ll be as nervous as every time we’ve reunited, you will feel just as weird. I’ll say to myself, with the same smile in my face: “Thanks, airports".
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